
Una canción que no busca agradar… sino exorcizar. Que habla del deseo y del miedo, del poder y la sumisión. Del amor convertido en hechizo. Giardino y Barilari construyeron una metáfora brutal: la bruja no es solo una figura fantástica… es la representación de todo lo que te atrapa, te domina y te persigue… aunque intentes huir.
“Siento tu magia corriendo por calles ocultas / como un fantasma que espía a través del infierno…”
El primer verso ya abre las puertas del abismo.
Las calles ocultas son los rincones del alma donde habita el dolor.
Y ese fantasma que espía… es la sombra de lo que alguna vez amamos.
Una presencia que no se toca, pero que no se va.
Rata Blanca convierte la persecución emocional en un paisaje gótico.
La bruja no es una mujer: es la culpa, el recuerdo, la adicción, el amor tóxico.
“Y solo me puedo quedar gritando en silencio…”
El grito interno del que ya no tiene voz.
Esa línea corta el aire… porque todos alguna vez gritamos así: sin sonido, sin salida.
Y entonces llega el conjuro, la rebelión:
“¡Vete de aquí, no tocarás ya mi alma nunca más!”
El exorcismo personal.
Una frase repetida como mantra, con la voz desgarrada de Barilari intentando liberar al personaje de esa magia oscura.
“Disimulada deslizas tus sombras tan negras…”
La imagen es cinematográfica.
La bruja —esa fuerza interna— se esconde, se arrastra, vuelve.
El verbo deslizar tiene algo serpentino…
Y el protagonista corre, huye, pero las garras lo alcanzan.
El ciclo se repite.
Es la historia del autoengaño: querer escapar de lo que uno mismo convoca.
En el segundo bloque, la desesperación se transforma en aceptación.
“Desesperado quisiera escapar de este sueño, pero comprendo que esta pesadilla es eterna.”
Ahí está la clave.
La pesadilla no viene de afuera.
Es parte del propio ser.
El infierno no tiene puertas… está adentro.
“Sigues mirándome hoy, desde el infinito.”
La bruja ya no necesita tocarlo: habita su memoria.
Es el recuerdo que no muere, el amor que duele, el vicio que vuelve.
Y una vez más, el grito final, como plegaria y sentencia:
“¡Vete de aquí, no tocarás ya mi alma nunca más!”
Rata Blanca siempre supo moverse entre la épica y la introspección. Pero en “El beso de la bruja” el poder no está en el solo de guitarra ni en la fuerza del riff… sino en la palabra nunca más. Un “nunca más” que suena a final y a comienzo. A liberación.
En los noventa, cuando el rock argentino se debatía entre la protesta y la balada, Rata Blanca eligió hablar del alma. De los demonios personales. Y esa es la razón por la que esta canción sigue vigente: porque todos llevamos una bruja adentro. Y todos, alguna vez, quisimos gritarle: “vete de aquí”.
Tema musical incluido en el #expediente 116, del 07.11.2025
Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 116