ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 122 | 19.12.2025

LA PENÍNSULA DEL SILENCIO


El Monte Athos es un territorio que funciona como una conjunción: paisaje, poder e invisibilidad. Al llegar la península a la vista, la impresión es de atemporalidad —monasterios aferrados a la piedra, pirámides de cipreses, el rumor constante del mar—, pero detrás de esa imagen se despliega una trama compleja donde lo religioso, lo político y lo secreto se cruzan hasta volverse indistinguibles. Esa trama es la que convoca a quienes buscan entender sus misterios: ¿qué secretismos se resguardan tras los muros? ¿qué tipo de experiencias han hecho del lugar un foco de visiones, exorcismos y disputas de poder?

Athos no es solo un enclave monástico; es la cuna contemporánea de una práctica mística que agitó el mundo ortodoxo: el “Hesicasmo”. Desde el siglo XIV, prácticas de oración continua, respiración rítmica y contemplación de “la luz no creada” generaron no solo éxtasis místicos sino también controversias teológicas de gran intensidad. Aquellas disputas terminaron por definir la ortodoxia de la contemplación, pero también dejaron en el paisaje espiritual de la montaña la idea de un conocimiento que se alcanza en el silencio absoluto y que puede incluir visiones de una extrañeza tal que la frontera entre lo divino y lo demoníaco se vuelve difusa.

Esa difuminación de fronteras alimentó relatos y testimonios que circulan en el interior del Monte y hacia fuera. Los monjes hablan, en reserva, de experiencias que no se ajustan al imaginario turístico: trance prolongado, visiones de luz y sombra, y episodios de posesión que requieren intervenciones específicas. Hay relatos documentados de exorcismos practicados en algunos monasterios, donde la liturgia se mezcla con fórmulas tradicionales y con una disciplina ascética que parece diseñada para contener más que para explicar. Los testimonios contemporáneos de ancianos y “elders” —figuras espirituales reverenciadas— revelan una actitud pragmática: la presencia de fuerzas perturbadoras es admitida, pero solo puede afrontarse mediante una vida de vigilancia, oración y prácticas comunitarias.

Esa misma atmósfera de secreto sirvió, en la modernidad, de telón de fondo para disputas no espirituales. El poder económico y la propiedad de tierras dentro de la República Monástica generaron escándalos que sacudieron la reputación del lugar. Caso emblemático: disputas por grandes extensiones y transacciones de tierras que involucraron a monasterios ricos y despertaron críticas públicas y políticas. Esas pugnas sacaron al Monte de su clausura simbólica y lo arrojaron a la opinión pública, demostrando que la vida monástica convive con intereses materiales y maniobras que, para algunos creyentes, son tan escandalosas como cualquier misterio sobrenatural.

Los peregrinos que llegan a Athos no siempre buscan lo sublime; algunos van en busca de curación, de consuelo o de respuestas fuera del alcance de la medicina. Los relatos de enfermos que hallaron alivio se mezclan con historias de visitas que terminaron en dolor: intoxicaciones accidentales en recorridos, agresiones por malentendidos y, en casos recientes, enfermos tras consumir hongos recogidos en los senderos. Esos incidentes devuelven a la realidad cruda la idea de santidad: un lugar sagrado no está libre de accidentes ni de la fragilidad humana. Al mismo tiempo, la frecuencia con que aparecen historias de curaciones milagrosas refuerza la idea de que Athos es un lugar donde lo inexplicado adquiere lenguaje propio.

Más inquietante que las anécdotas puntuales es la lógica que sostiene la vida en la península: clausura, disciplina, aversión a la curiosidad profana. La regla del avaton —la prohibición histórica de entrada de mujeres— es un ejemplo extremo de ese principio de separación. Para los monjes, el aislamiento es condición de posibilidad espiritual; para los críticos externos, es una muralla que protege concesiones de opacidad y prácticas que deberían someterse al escrutinio público. Esa tensión entre secreto y transparencia vuelve todo lo que ocurre en el Monte más difícil de evaluar desde fuera: las prácticas esotéricas pueden ser sinceras búsquedas de unión con lo divino o, alternativamente, espacios donde circulan saberes y actos que la modernidad cuestiona.

La confluencia de misticismo y poder se traduce, finalmente, en un tipo de misterio que no se resuelve con una sola hipótesis. Las teorías que intentan explicar los fenómenos de Athos van desde lo psicológico —experiencias colectivas producidas por la intensidad ascética— hasta lecturas más literales: intervenciones espirituales, milagros y, sí, episodios de influencia demoníaca que la comunidad afronta con exorcismos y ritos. La historia reciente prueba que el Monte puede ser escenario tanto de transcendencia como de conflicto mundano: sus monasterios han sido objeto de disputas legales, de atención mediática y de visitas de líderes políticos; al mismo tiempo, en rincones apartados, la vida continúa con su silencio, sus vigilias nocturnas y sus prácticas que, para alguien entrenado, son una forma de conocimiento situado.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 122

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