Envuelta en misterio y solemnidad, se entreteje con la historia de Roma, dejando un legado que perdura a través de los siglos. Se dice que la historia comenzó en el año 590 durante una devastadora epidemia de peste que asoló la ciudad. En medio de la desesperación, el Papa Gregorio I presenció un evento celestial que cambiaría el destino de la ciudad eterna.
La narrativa cuenta que un ángel se materializó en el tejado del Castel Sant'Angelo para anunciar el fin de la plaga. La figura celestial, identificada como el Arcángel San Miguel, envainó su espada, simbolizando la victoria sobre la enfermedad. Como tributo a este evento milagroso, una estatua de un ángel corona el edificio, una obra maestra que ha evolucionado a lo largo de los años, desde la estatua en mármol creada por Raffaello da Montelupo hasta la posterior estatua de bronce de Pierre van Verschaffelt bajo la dirección de Bernini.
El año jubilar de 1450 trajo consigo una tragedia que también quedó grabada en la historia del puente cercano al castillo. La balaustrada cedió debido a la abrumadora multitud de personas, resultando en una tragedia en la que muchos perdieron la vida al caer al río. Este trágico suceso llevó a la demolición de casas y un arco de triunfo romano para ampliar el paso de los peregrinos.
A lo largo de los siglos posteriores, el puente de Sant'Angelo se convirtió en un lugar donde se exhibían los cuerpos de los ejecutados. En 1535, el Papa Clemente VII destinó los ingresos del peaje del puente para erigir estatuas de los apóstoles San Pedro y San Pablo, así como los cuatro evangelistas y patriarcas representados por estatuas de Adán, Noé, Abraham y Moisés.
En 1669, el Papa Clemente IX emprendió la tarea de reemplazar los antiguos ángeles de estuco creados por Raffaello da Montelupo. Gian Lorenzo Bernini fue el encargado de diseñar diez ángeles que sostenían los instrumentos de la Pasión. Sin embargo, dos de las esculturas originales, que representaban la inscripción "I.N.R.I." y la Corona de Espinas, fueron confiscadas por Clemente IX y ahora se encuentran en la iglesia de Sant ‘Andrea delle Fratte en Roma.
Por otro lado, el Castel Sant'Angelo, ubicado en la orilla derecha del río Tíber y en estrecha proximidad a la Ciudad del Vaticano, tiene una historia rica y multifacética. Inicialmente concebido por el emperador Adriano en el año 135 como su mausoleo personal y familiar, fue completado por Antonino Pío en 139. La estructura originalmente estaba coronada por una cuadriga en bronce guiada por el propio emperador.
En el año 403, integró la Muralla Aureliana y tuvo la capacidad de mutar como mausoleo imperial a fortaleza militar, destacando como su arquitectura puede adaptarse y evolucionar con el tiempo.
La leyenda de Sant'Angelo se entrelaza así con la realidad histórica de Roma, creando una narrativa fascinante que abarca desde eventos milagrosos hasta tragedias humanas y transformaciones arquitectónicas. Este rincón de la ciudad, con su castillo y puente, se convierte en un testamento tangible de la complejidad y la riqueza de la historia romana.
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