ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 76 | 17.01.2025

JEZBETH


 Jezbeth es una figura demoníaca que, aunque no ha alcanzado la notoriedad de otros nombres infernales, tiene un impacto significativo según las creencias demonológicas y los relatos medievales. Es considerado el gran patrono de la mentira, la estafa y la superstición. Su influencia se extiende más allá de los devotos conscientes de su existencia, llegando incluso a aquellos que, sin saberlo, actúan bajo su supuesta inspiración.

Los textos malditos de la Edad Media lo describen como el demonio que domina el arte del engaño y los prodigios imaginarios. Es el aliado de los mentirosos, el protector de los embaucadores y el consejero de quienes manipulan la verdad para su beneficio. Su influencia abarca todo lo que implica el desvío de la realidad, desde las pequeñas mentiras cotidianas hasta las grandes estafas que marcan la historia.

El Dictionnaire Infernal, una obra escrita por el demonólogo francés Collin de Plancy en el siglo XIX, lo menciona y subraya su inmensa cantidad de seguidores. Según este texto, sería imposible calcular con precisión el número de personas bajo su influencia, ya que, de acuerdo con la tradición, la mentira es una práctica común que trasciende culturas, religiones y épocas.

En el imaginario popular, representa algo más que una figura infernal; simboliza la tentación constante de alterar la verdad. Esto lo convierte en una presencia omnipresente en la vida humana, ya que la mentira es un acto intrínseco de la naturaleza imperfecta del ser humano. En muchas tradiciones religiosas, mentir es visto como un pecado grave que corrompe la relación entre el individuo, los demás y la divinidad. En este sentido, podría ser interpretado como una personificación de esa debilidad universal.

La Biblia, en diversas ocasiones, condena la mentira como una ofensa grave. En Proverbios 12-22, se afirma que “Los labios mentirosos son abominación al Señor, pero los que actúan con verdad son su deleite”. Este pasaje resalta la oposición directa entre la mentira, representada por figuras como Jezbeth, y la verdad, que es una cualidad divina. Podría verse, entonces, como un recordatorio alegórico del daño que la mentira puede causar, tanto en el ámbito personal como en el social.

En términos históricos, la Edad Media fue un periodo especialmente fértil para la elaboración de estas figuras demoníacas. Los grimorios y tratados sobre demonología proliferaron, detallando jerarquías infernales y describiendo las funciones específicas de los demonios. Jezbeth aparece en algunos de estos textos como un personaje que seduce a los humanos con promesas falsas, haciéndolos caer en trampas de autoengaño y manipulación. La superstición y las falsas creencias también forman parte de su dominio, lo que lo vincula no solo a la mentira verbal, sino también a las ilusiones y fraudes que afectan la percepción de la realidad.

En la actualidad, sigue siendo una figura relevante en discusiones sobre ética y moralidad, aunque desde una perspectiva simbólica. Representa las fuerzas que fomentan la desinformación y el engaño, lo que es especialmente pertinente en un mundo saturado de noticias falsas y manipulación mediática. Al igual que en los tiempos antiguos, las mentiras modernas tienen el poder de dividir comunidades, destruir relaciones y perpetuar injusticias.

Además de su conexión con la mentira, también simboliza el poder de la palabra mal utilizada. En muchas tradiciones espirituales, la palabra es vista como una herramienta poderosa, capaz de crear o destruir. De este modo, Jezbeth se convierte en un recordatorio del potencial destructivo que tiene el lenguaje cuando se usa para el engaño.

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El PELADO Investiga
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