ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 77 | 24.01.2025

LAS 11 MÁRTIRES BIELORRUSAS DEL NAZISMO

En el verano de 1929, dos religiosas de la orden de la Sagrada Familia de Nazaret decidieron establecerse en un tranquilo pueblo europeo conocido como Nowogródek, un lugar que se convertiría en refugio y esperanza para cientos de personas en tiempos de conflicto. Su labor dio inicio a un convento que sería un símbolo de fe y resistencia frente a la adversidad.

En aquel momento, formaba parte del recién configurado territorio polaco, tras el fin de la Gran Guerra. Sin embargo, la tranquilidad duró poco. En 1939, dos semanas después de que Alemania invadiera Polonia, el Ejército Rojo ocupó esta localidad, obligando a las religiosas a abandonar el convento y dispersarse en casas de la comunidad. Pero su misión no se detuvo; desde esos hogares improvisados siguieron ayudando y consolando a quienes lo necesitaban.

En 1941, con la llegada de las tropas nazis, quedó bajo el control alemán, permitiendo que las religiosas regresaran a su convento. Este retorno, sin embargo, estuvo marcado por un nuevo desafío: la brutal campaña de exterminio llevada a cabo por los ocupantes. Entre 1941 y 1942, más de 9,500 personas, principalmente de la comunidad judía, fueron asesinadas en esta región.

Entre los grupos que resistían a esta barbarie, se encontraban partisanos polacos y judíos, como los hermanos Bielski, quienes lideraban operaciones de resistencia. La presencia de estos combatientes atrajo la atención de la Gestapo, que entre el 17 y el 19 de julio de 1943 arrestó a 180 personas acusadas de colaborar con los insurgentes. La comunidad sabía que estas detenciones serían una sentencia de muerte para los prisioneros.

Según relatos recopilados, como el del sacerdote Alexander Zienkiewicz, las mujeres de la comunidad acudieron al convento en busca de ayuda. Las monjas, movidas por su fe, comenzaron a orar intensamente y ofrecieron un sacrificio extraordinario: sus propias vidas a cambio de la libertad de los detenidos. Aunque no existe documentación oficial que confirme un acuerdo con los nazis, la devoción y el sacrificio de las religiosas quedaron marcados en la memoria colectiva. El 1 de agosto de 1943, las hermanas fueron llevadas por los nazis a un bosque cercano, donde sus vidas terminaron de manera brutal. Entre ellas estaba la hermana Mary Stella, quien había declarado antes de ser arrestada:

"Oh Dios, si es necesario el sacrificio de nuestras vidas, acéptalo de nosotras, que no tenemos obligaciones familiares. Perdona a quienes tienen esposas e hijos que cuidar".

A pesar de su asesinato, un grupo de prisioneros fue liberado o trasladado a trabajar en granjas administradas por las autoridades alemanas. Aunque no hay pruebas directas que conecten ambos hechos, muchos creen que el sacrificio de las religiosas estuvo motivado por el amor al prójimo y un acto supremo de fe. El sacerdote Zienkiewicz, quien permaneció oculto durante esos días oscuros, supervisó posteriormente la exhumación de los cuerpos y su entierro cerca de la iglesia local. Según él, las monjas pudieron haber sido confundidas con colaboradores de la resistencia, pero quienes las conocieron aseguran que su entrega fue voluntaria, un gesto de amor puro inspirado por su compromiso espiritual.

En el año 2000, el Papa Juan Pablo II las beatificó, reconociendo oficialmente su santidad y el sacrificio que realizaron por amor a Dios y a la humanidad. Hoy son recordadas como las "Mártires de Nowogródek", un símbolo de resistencia espiritual y entrega total. La historia de estas mujeres nos deja una poderosa reflexión: en medio del horror y la violencia, la fe y el amor al prójimo pueden convertirse en luz para los demás. Tal como dice Juan 15-13: "No hay amor más grande que dar la vida por los amigos".

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El PELADO Investiga
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