
Este hongo, de aspecto alargado y blanquecino, luce un sombrero cilíndrico que puede alcanzar un tamaño considerable. Cuando madura, su cuerpo comienza a descomponerse desde el borde hacia el centro, transformándose en un líquido oscuro y espeso. Esa extraña capacidad de autolisis, en la que literalmente se derrite hasta convertirse en una tinta negra, llamó la atención de civilizaciones antiguas y, siglos más tarde, de uno de los regímenes más oscuros de la historia.
Durante la Segunda Guerra Mundial, este hongo, fue utilizado con un propósito insólito por los servicios de seguridad del Tercer Reich. Aquel líquido negro que brota de sus láminas al descomponerse sirvió para fabricar una tinta que resultó ser clave en los sistemas de autenticación de documentos oficiales. Adolf Hitler y su círculo más estrecho de mando utilizaban esta tinta para firmar órdenes, decretos y documentos estratégicos.
Bajo un microscopio, la tinta obtenida de este hongo revelaba la presencia de esporas características que no podían ser imitadas con facilidad. Si un documento era cuestionado, bastaba con observarlo a nivel microscópico. Si las esporas estaban ahí, era auténtico. Si no, era una falsificación. Un sistema de seguridad primitivo, sí, pero ingenioso. Así, esta humilde seta se convirtió, sin saberlo, en una herramienta de control y verificación para una de las maquinarias más obsesionadas con el orden y la burocracia.
Aunque este uso parece sacado de una novela de espionaje, no era una idea nueva. En la Edad Media, ya se conocían las propiedades tintóreas de este hongo. Los monjes de distintos monasterios recolectaban estos ejemplares y los dejaban descomponerse en recipientes hasta obtener una tinta natural, útil para escribir en pergaminos. No era raro ver manuscritos antiguos con letras dibujadas por el líquido oscuro de este hongo putrescente.
Pero su historia no termina en el uso como tinta secreta. También es comestible, aunque con advertencias claras. Es uno de esos hongos que deben ser cocinados y consumidos apenas se recolectan. En pocas horas comienza su proceso de autodestrucción, por lo que comerlo fresco es casi una regla. En términos gastronómicos, tiene buena reputación, pero guarda una sorpresa que puede resultar desagradable.
Su pariente más polémico es el “Coprinus atramentarius”, que contiene una sustancia llamada “coprina”. Esta molécula genera una reacción tóxica si se combina con alcohol. El resultado puede ser bastante incómodo: palpitaciones, enrojecimiento facial, sudoración, náuseas, vómitos y una sensación de malestar general que puede durar varias horas. No es letal, pero sí suficiente como para pensárselo dos veces antes de levantar una copa tras haber comido este tipo de hongo.
Este fenómeno se conoce como “síndrome coprínico”, y ha sido bien documentado por la medicina. Curiosamente, esta reacción ha sido utilizada también en tratamientos contra el alcoholismo, como una especie de disuasivo biológico. Basta una pequeña dosis de coprina en el organismo y cualquier intento de beber se convierte en una experiencia desagradable.
Más allá de lo gastronómico o lo medicinal, lo más fascinante de este hongo es cómo pasó de crecer entre la basura y el estiércol, a formar parte de una estrategia militar para proteger documentos vitales. En tiempos donde cada firma podía significar la vida o la muerte de miles, asegurarse de que ningún documento fuera falsificado era vital. Y así, una seta de apariencia modesta terminó siendo aliada inesperada de una maquinaria de guerra.
Hoy en día, sus propiedades siguen siendo estudiadas. Algunas corrientes de medicina natural, especialmente en Asia, lo utilizan por sus supuestos beneficios para el sistema digestivo. También se lo investiga por su capacidad de absorber metales pesados del suelo, lo que lo convierte en un candidato interesante para la biorremediación de suelos contaminados.
Pero lo que realmente queda en la memoria es su doble identidad. Por un lado, un hongo frágil que se descompone apenas se recoge. Por el otro, una tinta viva que escribió capítulos de la historia en uno de los momentos más oscuros del siglo XX.
Recopilación
El PELADO Investiga
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