ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 99 | 11.07.2025

EL ORIGEN SANGRIENTO DE LAS CRUZADAS

A finales del primer milenio, gran parte de Europa vivía con la convicción de que el fin del mundo estaba próximo. El temor a un juicio divino inminente movilizó a multitudes de todas las edades y condiciones, dispuestas a responder a un llamado que cambiaría el curso de la historia. Fue el papa Urbano II quien, en noviembre del año 1095, instó a los cristianos a recuperar Jerusalén, entonces bajo control musulmán. Este llamado no solo buscaba un propósito religioso, sino también una alianza entre los reinos cristianos contra un enemigo común: el Islam.

La idea de un frente unido contra los musulmanes había sido planteada antes, en tiempos del papa Gregorio VII, pero fue Urbano II quien la llevó a la práctica con una fuerza inédita. Su invitación se extendió a las principales cortes europeas de la época, incluyendo Francia, Inglaterra, Alemania y Hungría, aunque esta última no participó en la primera cruzada debido al duelo por la muerte de su rey. Fue durante el Concilio de Clermont, el 27 de noviembre de 1095, cuando el pontífice lanzó el famoso grito de “¡Dios lo quiere!”, marcando el inicio de la Primera Cruzada.

Miles de nobles de diferentes rangos aceptaron el desafío de la Iglesia, preparados para liberar la Tierra Santa con violencia si fuera necesario. El proyecto se convirtió en uno de los episodios más sangrientos y apasionados de la Edad Media. La promesa de la salvación eterna para quienes murieran en combate contra los “infieles” funcionó como un poderoso incentivo. A su vez, eliminó conflictos internos en Europa, canalizando la violencia hacia un objetivo común. La Iglesia ofreció el perdón total de pecados a quienes se unieran a la cruzada, lo que atrajo a muchos guerreros con pasados oscuros, dispuestos a buscar la redención en el campo de batalla.

El trasfondo de esta movilización fue la derrota del Imperio Bizantino frente a los turcos selyúcidas en la batalla de Manzikert en 1071. Esta derrota permitió a los turcos controlar Anatolia y dificultó el acceso de los peregrinos cristianos a los lugares sagrados en Palestina. Los ataques y robos contra peregrinos fueron utilizados como justificación para convocar la cruzada.


La convocatoria movilizó primero a una masa desorganizada y pobre liderada por
Pedro el Ermitaño, que intentó llegar a Jerusalén sin éxito. Su grupo, conocido como la “Cruzada Popular”, provocó violencia contra comunidades judías en Europa durante su camino y fue rechazado violentamente en Hungría. La mayoría de estos peregrinos fueron masacrados antes siquiera de llegar a Tierra Santa.

Mucho más organizada fue la “Cruzada de los Príncipes”, compuesta por nobles y caballeros franceses, normandos y de los Países Bajos. Sus líderes, entre ellos Godofredo de Bouillon y Raimundo de Tolosa, llegaron a Constantinopla, donde prometieron devolver las tierras reconquistadas al Imperio Bizantino. Desde allí partieron hacia Siria y lograron varias victorias importantes, incluyendo el asedio prolongado y la toma de Antioquía.

Esta última fue un punto crucial. Durante el largo asedio, los cruzados enfrentaron ataques constantes y la ciudad cayó después de siete meses. En este período surgió un grupo conocido como los “Tafurs”, fanáticos cristianos famosos por sus acciones extremas, incluyendo el canibalismo de enemigos turcos, una práctica que se convirtió en leyenda oscura de la cruzada. A pesar de las promesas a Bizancio, Bohemundo, uno de los líderes cruzados, se quedó con Antioquía para sí mismo, creando un principado independiente.

Desde allí, los cruzados avanzaron hacia Jerusalén, una ciudad disputada entre diferentes poderes musulmanes. En 1099, tras un asedio brutal, la conquistaron. Su victoria fue acompañada por una masacre indiscriminada contra musulmanes, judíos, mujeres y niños. Las crónicas relatan escenas horribles de violencia extrema, con cuerpos desmembrados y ríos de sangre, que dejaron una huella imborrable en la memoria colectiva. Se estima que más de 40 mil personas fueron asesinadas en lo que fue una verdadera carnicería.

La conquista finalizó la Primera Cruzada y muchos combatientes regresaron a Europa, mientras otros permanecieron para gobernar los territorios conquistados. Se establecieron el Reino de Jerusalén, el Principado de Antioquía y los condados de Edesa y Trípoli. Tras la muerte de Godofredo de Bouillon, su hermano fue nombrado primer rey de Jerusalén.

Las acciones de los cruzados impactaron profundamente al mundo musulmán. Nunca antes se había visto tal nivel de brutalidad y destrucción en nombre de la fe. El odio sembrado en esa época perdura hasta hoy, alimentando conflictos y tensiones religiosas.

Tampoco las comunidades judías quedaron exentas del sufrimiento. Entre los cruzados hubo figuras especialmente violentas contra ellos, como un noble alemán que se destacó por sus crímenes y crueldad extrema, llegando incluso a actos atroces que fueron preludio del antisemitismo sistemático que siglos después tendría consecuencias devastadoras.

La promesa de la Iglesia Católica de perdón absoluto a quienes lucharan en la cruzada creó una especie de licencia para cometer atrocidades sin miedo a la condena eterna. Esa combinación de fanatismo religioso y ansias de poder llevó a la cristiandad a perpetrar actos terribles, responsables de un odio que ha marcado la relación entre cristianos, musulmanes y judíos hasta nuestros días. La responsabilidad histórica es clara: la Iglesia fue un motor directo en la creación y legitimación de estas matanzas y el conflicto interreligioso que sigue vigente.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 99

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