ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 98 | 04.07.2025

EL ETERNAUTA Y EL SURGIMIENTO DEL HÉROE COLECTIVO (Parte 6)

La columna de CASCARUDOS reptaba por Callao con disciplina prusiana. Detrás marchaban los HOMBRES ROBOTS y al fondo un MANO, erguido en su cápsula, señalaba destinos como si moviera fichas de un tablero luminoso. El estrépito metálico, amplificado por las fachadas de Recoleta, parecía el eco retorcido de los desfiles de la SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.

FRANCO, FAVALLI y SALVO se mezclaron entre los curiosos. El traqueteo de las patas mecánicas desató en Salvo un recuerdo potente: septiembre de 1958, la avenida saturada por la consigna LAICA O LIBRE, cuando la mitad estudiantil del país desafió la decisión presidencial de legitimar títulos universitarios privados mediante el polémico artículo 28 del decreto 6403. Más de trescientas mil gargantas confluyeron en la PLAZA CONGRESO, altavoces restallaron consignas y hasta la perra soviética LAIKA sirvió de burla contra los secularistas. Aquel día la multitud sintió que la calle era suya. 

Aquella experiencia dejó una lección: la fuerza real surge cuando la disidencia se transforma en tejido colectivo. Por eso los protagonistas de esta epopeya no brillan como individuos aislados. Son partes de un engranaje que solo funciona si cada pieza acepta su rol y confía en las demás.

FAVALLI, con mente de físico y calma de francotirador, extrae vector y táctica de cada chispa de información. FRANCO, tornero, suple con coraje la falta de laboratorio. PABLO aprende, MOSCA registra y SALVO, atado a su familia, recuerda a todos que la vida cotidiana es la meta verdadera. Aquí el heroísmo habita en acciones pequeñas: coser un traje aislante de madrugada, compartir la última pastilla de yodo, sostener la radio encubierta mientras el enemigo barre frecuencias.

Conviene contrastar esta ética con la del SUPERHÉROE clásico. Allí la hazaña es un medio para definirse; aquí la acción es un puente que mantiene unido al grupo. Enfrente se alza un poder difuso. CASCARUDOS y GURBOS, criaturas mansamente biológicas, son arrojados como artillería viva. Los MANOS, inteligentes pero implantados con GLÁNDULAS DEL TERROR, administran el frente intermedio. Y encima de todos están ELLOS, tan intangibles como el humo, pero capaces de bombardear la conciencia con NEVADA TÓXICA, TELEDIRECTORES y campañas de propaganda que recuerdan la Ley 22285 de 1980, con la cual la JUNTA MILITAR repartió el espectro de radio y televisión entre las tres fuerzas armadas y clausuró voces críticas.


Esa opacidad remite a otro punto de la historia argentina: la Dictadura de 1976, cuando la represión operaba en la penumbra y los responsables casi nunca daban la cara. En ese contexto surgieron las MADRES DE PLAZA DE MAYO, mujeres que rompieron el cerco del miedo y transformaron la ronda silenciosa en un símbolo planetario de resistencia. Como ellas, las esposas de esta ficción —Elena, Martita, otras sin nombre— parecen relegadas al hogar, pero su mera persistencia subraya aquello que se defiende: la continuidad de la vida frente al proyecto de exterminio.

El relato también desnuda los mecanismos internos del miedo. Cuanto más compleja la criatura, más sofisticado el sistema de control: glándulas en MANOS, radio en seres humanos. La analogía apunta a la Argentina real, donde leyes, decretos y cadenas informativas actuaron como artefactos de desmovilización tan eficaces como cualquier arma.

En última instancia, la resistencia no reside en un músculo ni en un uniforme, sino en la obstinación de cooperar. Esa terquedad enlaza la protesta de 1958, las rondas de 1977 y la pequeña célula que hoy esquiva cascarudos. Cada puntada de un traje aislante recuerda que la verdadera épica argentina nunca dependió de rayos láser ni de capitanes solitarios, sino de ciudadanos capaces de decir NO en coro, aun cuando la nieve caiga envenenada y la radio repita la consigna del amo invisible.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 98

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