ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 114 | 24.10.2025

EL MUNDO Y SUS DEMONIOS: LA CIENCIA COMO UNA LUZ EN LA OSCURIDAD

Vivimos rodeados de sombras que nuestro cerebro se empeña en nombrar. La mente humana, vulnerable y hambrienta de sentido, dibuja demonios en las paredes de lo cotidiano, proyecta figuras en la bruma de lo desconocido, y escucha susurros donde no hay nadie. Carl Sagan, en su obra “El mundo y sus demonios: La ciencia como una luz en la oscuridad”, nos recuerda que esta inclinación no es una broma del azar: es un instinto profundamente inscrito en nuestra biología, una herencia de milenios en los que reconocer la amenaza antes de que nos encontrara significaba la diferencia entre la vida y la muerte.

Lo que llamamos paranormal, los encuentros con lo inexplicable, los rumores de espíritus y fantasmas, son a menudo manifestaciones de esta arquitectura cerebral. Sagan, desde un rigor científico que roza lo poético, no pretende negar la emoción, sino mapearla, diseccionarla, exponerla como un fenómeno tangible, medible. Cada visión, cada experiencia de lo sobrenatural, puede ser estudiada, comprendida, colocada en un contexto que revela tanto sobre nosotros mismos como sobre lo que creemos que nos acecha.

El miedo a lo desconocido es el hilo que une todas las creencias populares. Desde casas supuestamente encantadas hasta milagros que aparecen y desaparecen en un parpadeo, el patrón es siempre el mismo: el cerebro construye sentido en ausencia de datos claros. Sagan lo llama pensamiento crítico, una herramienta esencial, pero también un acto de valentía. La valentía de mirar la sombra y decir: “Esto tiene explicación, y voy a buscarla”, cuando todo en nuestro interior nos grita que podría ser demoníaco.

El autor analiza casos concretos, relatos de fenómenos aparentemente paranormales, y revela un patrón inquietante: la mente humana no solo interpreta señales, sino que las amplifica, las reconfigura, las transforma en entidades con agencia propia. Las experiencias que algunos llaman “visiones” o “encuentros” son a menudo la combinación de sugestión, expectativa y una sensibilidad aguda a estímulos que el resto de nosotros pasa por alto. Pero reconocerlo no disminuye el terror que provoca, porque la conciencia de que tu propia mente puede engañarte es un espejo más aterrador que cualquier fantasma.

Sagan no se limita a describir; cuestiona. Por qué creemos lo que creemos, por qué perpetuamos mitos y leyendas. Cada generación hereda un archivo de temores y símbolos, y cada individuo los activa según sus circunstancias. La superstición, dice, es un lenguaje primitivo de advertencia, un ritual interno que organiza nuestra percepción del riesgo y la amenaza. Lo peligroso no es la ausencia de lógica, sino la obediencia ciega a estas narrativas, cuando dejan de ser advertencias y se convierten en cadenas.

Entre sus páginas, surge la idea de que el miedo a lo desconocido no es solo personal, sino social. Las comunidades crean demonios compartidos, los alimentan y los transmiten. Los relatos de espíritus vengativos, apariciones en la niebla o curaciones milagrosas son reflejos de necesidades colectivas, de ansiedades culturales que buscan cuerpo y voz. Cada fenómeno paranormal es un espejo que refleja la psique, tanto del individuo como del grupo. Y al mirar en ese espejo, uno se enfrenta no solo al misterio, sino a la propia fragilidad.

El libro también advierte sobre el precio de la ignorancia y la superstición: la ausencia de pensamiento crítico nos deja vulnerables a quienes manipulan la creencia, a los que convierten el miedo en herramienta de control. Cada afirmación extraordinaria exige pruebas extraordinarias, y la ausencia de rigor no solo engaña, sino que despoja de autonomía. Lo inquietante, lo que realmente genera terror psicológico, no son los demonios que creemos ver, sino la certeza de que podemos ser manipulados por ellos, de que nuestras emociones pueden ser un campo de batalla invisible.

El autor propone que la ciencia no es solo un método para descubrir, sino un ritual de confrontación con la incertidumbre. La investigación, el escepticismo fundamentado, es una forma de enfrentarse al abismo sin sucumbir a él. Pero advierte que esta práctica no elimina el misterio; simplemente nos enseña a mirar con ojos despiertos, a reconocer la estructura de nuestro miedo, y a comprender que la realidad es más compleja que cualquier leyenda. La paradoja, perturbadora y fascinante, es que el mundo puede ser tan asombroso y terrorífico sin recurrir a fantasmas ni demonios.

Cada relato paranormal, cada mito y superstición, contiene una verdad doble: una sobre el mundo que nos rodea y otra sobre nuestra mente. Sagan nos recuerda que el terror psicológico más profundo nace de lo que creemos ver cuando no hay nada, y de la certeza de que nuestra percepción puede traicionarnos. La investigación no es solo análisis; es confrontación, es ritual, es reconocer que el misterio no siempre reside afuera, sino dentro de nosotros.

Y así, “El mundo y sus demonios: La ciencia como una luz en la oscuridad” se convierte en un viaje perturbador y fascinante. No nos promete consuelo, sino claridad. Nos enfrenta a la estructura de nuestro miedo, a la belleza y peligro de nuestro intelecto, y a la necesidad de navegar lo desconocido con ojos abiertos y mente despierta. Es un llamado a mirar el mundo sin ceder al terror que nos dicta la imaginación, a explorar los abismos del misterio sin perderse en ellos, y a aceptar que a veces, lo más aterrador es comprender la verdad sobre nosotros mismos.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 114

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