ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 59 | 13.09.2024

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¿ERAN DE CRISTAL LOS ZAPATOS DE CENICIENTA?

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Es probable que, al mencionar a Cenicienta, la primera imagen que venga a la mente sea el icónico zapato de cristal. No obstante, es importante señalar que dicho calzado nunca existió. Existen alrededor de 500 versiones de la historia de Cenicienta, entre las cuales destacan "Cenicienta o el pequeño zapato de cristal" de Charles Perrault, la versión italiana "Cenerentola", y "Aschenputtel", recopilada por los hermanos Grimm. La primera versión escrita data de 1697 y pertenece al escritor francés Perrault, quien la tituló "Cendrillon". Sin embargo, la leyenda es mucho más antigua. Algunos folcloristas calculan que comenzó a circular en algún momento del siglo IX d.C., casi 800 años antes de que el autor francés la recogiera de las ancianas y matronas de las aldeas francesas.

El éxito de esta historia radica en su estructura: una narrativa de opresión injusta que de repente se convierte en un triunfo para la protagonista y su consiguiente recompensa. En esta ocasión, nos detendremos en los famosos zapatos de cristal de Cenicienta, una adición posterior a la historia original. En la antigüedad, se hablaba de un anillo y, en algunos casos, de un par de zapatos mágicos de oro o plata, pero nunca de cristal. De hecho, durante la Edad Media, Cenicienta portaba unos zapatos de “vair”, una palabra obsoleta en la época de Perrault que significa “ardilla”. Estos calzados con la piel de este animal eran consistentes con la posición social de la protagonista, una joven pobre que no podía permitirse otro tipo de calzado. Posiblemente por desconocimiento del francés antiguo, o tal vez viendo una oportunidad para imprimir su sello en la leyenda, Perrault cambió la palabra por “verre”, que significa “vidrio”. De ahí al cristal solo había un paso.

Cenicienta no era particularmente atractiva y para captar la atención de su príncipe azul se necesitaban medidas extremas. En el siglo XVII, todas las mujeres de la aristocracia vestían zapatos forrados de terciopelo, por lo que un par de zapatos de cristal, impensables en aquella época, sin duda garantizaban atraer la atención de todos, especialmente del príncipe, el anfitrión de la fiesta. En este punto, el autor francés se enfrentó a un serio problema: ¿Cómo hacer que una muchacha de clase baja adquiriera un calzado que ni siquiera las mujeres más poderosas de la corte podían conseguir? Naturalmente, la respuesta la encontró en lo sobrenatural, recurriendo a la intervención de una criatura mágica, el Hada Madrina.

Cabe aclarar que hasta entonces, la leyenda de Cenicienta no incluía seres sobrenaturales ni ningún tipo de ayuda mágica. La pérdida del zapato y la posterior búsqueda del príncipe por encontrar un pie que encajara en él no es obra de Perrault. En versiones donde la joven llevaba simples zapatos de piel, también los extraviaba al huir precipitadamente de la fiesta; por ejemplo, en la versión de Giambattista Basile, fechada en 1634. Todos conocen el incidente del baile: llega la medianoche y el hechizo se rompe. Cenicienta huye, pierde un zapato en las escaleras, el joven lo encuentra y jura casarse con su dueña. Pero, ¿no resulta extraño? Si el hechizo se rompió a medianoche, transformando el vestido en andrajos y el carruaje en una calabaza, ¿por qué los zapatos de cristal no desaparecieron?

Este desatino de continuidad tiene dos explicaciones: Perrault no podía alterar el episodio final de la historia original, donde el príncipe efectivamente encuentra un zapato de piel y realiza la búsqueda de su dueña. La segunda razón es que el autor estaba encantado con su adición del zapato de cristal y no pensaba resignarlo, aunque su continuidad en la historia careciese de lógica y alterase el efecto moralizante de la leyenda, que podemos resumir así: la verdadera belleza no necesita artificios. Tras este episodio, la historia se forzó aún más. ¿No había ninguna otra mujer en el reino con el mismo tamaño de pie que Cenicienta? Indudablemente sí, aunque el autor no lo considere relevante. Los pies pequeños de la joven son un símbolo de belleza, pero también de sufrimiento y condena, dado que en la Edad Media se vendaban los pies de las señoritas para hacerlos más agradables a los ojos masculinos. En este sentido, los pies pequeños sugerían que era una mujer hermosa de casta noble.

Cuando el príncipe busca a la dueña del zapato perdido, Cenicienta es encerrada por sus hermanastras, quienes se mutilan los pies para que encajen en el zapato de cristal. Psicológicamente, el zapato simboliza los genitales femeninos mientras que el pie representa el miembro viril. Así, la historia refleja la búsqueda de satisfacción sexual desde una perspectiva femenina: solo un pie es adecuado para ese zapato.

Los pies mutilados y ensangrentados de las hermanastras representan el período femenino, y también el tabú primordial que alarma al príncipe, quien, al descubrir el engaño, las castiga ferozmente, horrorizado al darse cuenta de que estuvo a punto de "ponerles el zapato". Tras este episodio, el príncipe encuentra a la mujer adecuada: la virginal Cenicienta, cuyos pies, puros y pequeños, encajan perfectamente en un zapato de cristal que jamás existió.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 44

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