ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 64 | 18.10.2024

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EL METEORO DE TUNGUSKA

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La noche del 30 de junio de 1908 fue peculiar en Londres. El London Times reportó que el cielo brilló con tal intensidad que se podía leer un periódico a plena vista. Este fenómeno no solo intrigó a muchos, sino que también se observó en otras ciudades europeas, donde la luz hizo vibrar el suelo y transformó la noche en día. Si esto te parece fascinante, espera a descubrir lo que aquellos asombrados testigos tardaron años en conocer, porque la verdadera acción se desarrollaba a miles de kilómetros, en la estepa rusa, junto al río que dio nombre al evento: el Tunguska.

A las 7:16 de la mañana, una explosión sacudió Rusia. Todo el imperio vibró como si un gigantesco tambor hubiera sido golpeado junto al río. El impacto derribó árboles en casi 1,000 kilómetros cuadrados de taiga siberiana. Los troncos fueron arrancados de raíz, dejando al descubierto sus sistemas radiculares bajo el aire frío de la mañana. La luz, la sacudida y la devastación eran tan extrañas que podrían haberse atribuido al impacto de un meteorito, de no ser porque no había cráter, ni restos, ni evidencias. Así, el evento de Tunguska se convirtió en uno de los mayores misterios de la época.

En resumen, la historia que conocemos más allá de toda duda es esta: destello, terremoto y deforestación. Sin embargo, la falta de pruebas palpables complica el relato. Se asume que las investigaciones fueron exhaustivas e inmediatas, pero esto está lejos de la realidad por dos razones principales.

Primero, la geografía del lugar es complicada, ya que en verano los alrededores del lago se convierten en un lodazal intransitable. En segundo lugar, la situación geopolítica era compleja, con tensiones que se agravaban en un siglo recién iniciado y a punto de estallar en la Primera Guerra Mundial. La explosión podría haber sido una advertencia de enemigos del imperio o una prueba del propio gobierno, lo que llevó a que la zona se precintara durante un tiempo.

Pasaron 19 años antes de que se permitiera una expedición científica. En esa primera exploración, tras observar los daños preservados como si el tiempo no hubiera pasado, se planteó la hipótesis de un meteorito. Más específicamente, un bólido, un cuerpo que se asocia con un gran brillo percibido como una bola de fuego. El líder de la expedición, Leonid Kulik, propuso buscar un gran cuerpo metálico, posiblemente rico en níquel, que hubiera llegado del espacio. En 1938, Kulik todavía lamentaba no haber encontrado ni un cuerpo ni un cráter que respaldara sus sospechas.

Ante la falta de pruebas, algunos expertos sugirieron que pudo ser un cometa, compuesto mayormente por hielo. Estos cuerpos pueden desintegrarse sin dejar rastro, como las míticas balas de hielo en las novelas de misterio.

Ahora sabemos que el origen cometario es improbable, ya que, según modelos matemáticos, el hielo se habría derretido antes de llegar al suelo. Aun así, esta hipótesis y la del meteorito siguen siendo las más plausibles, a partir de aquí las teorías se vuelven más extravagantes.

Las películas han popularizado la trama de un meteoro que se aproxima, pero en el bestiario galáctico hay cosas más fascinantes. Si no se encontraron restos del meteorito y la teoría del cometa no parece viable, ¿por qué no dejar volar la imaginación? ¿Y si el culpable fuera un agujero negro?

Los agujeros negros son regiones donde la gravedad es tan intensa que ni la luz puede escapar. La singularidad y el horizonte de sucesos son términos astrofísicos que evocan lo fantástico. Tal vez por eso, en 1973, la revista Nature publicó un artículo sugiriendo que lo que impactó en Tunguska no fue un meteoroide, sino un agujero negro. La densidad de estos objetos permitiría concentrar la masa estimada del meteoro en un espacio microscópico, sin dejar cráter ni restos, pero produciendo una onda de choque capaz de devastar kilómetros de taiga.

Aunque suene plausible, esta teoría fue rápidamente desacreditada. Un agujero negro de ese tamaño debería haber atravesado la Tierra en minutos, emergiendo por el Atlántico Norte y causando otra explosión de la que no hay registros. Así, no es justificable hablar de agujeros negros en Tunguska según la ciencia, del mismo modo que no se puede avalar el uso de sanguijuelas porque se usaron hasta el siglo XIX.

En 1965, Nature publicó otra teoría: el impacto de un meteorito de antimateria. Compuesta por antipartículas, que, al encontrarse con sus partículas correspondientes, se aniquilan liberando energía. Un pequeño meteoro de antimateria podría explicar la falta de cráter y restos meteóricos. Sin embargo, esta también era una especulación sin pruebas.

Además, surgieron teorías conspirativas sobre OVNIs, militares o extraterrestres. Otros sugirieron que un lago cercano era el cráter del meteorito, aunque esto no fue confirmado. La falta de pruebas llevó a una proliferación de hipótesis, cada cual más fantástica. Sin embargo, restos meteóricos encontrados en 1978, y confirmados en 2013, sugieren otra cosa.

No se encontró un gran cuerpo meteórico, pero esto es normal. Los meteoros se erosionan en la atmósfera, fragmentándose. En 1978 se hallaron micro muestras que, aunque pequeñas, son significativas. Estas tienen una proporción de hierro y níquel típica de cuerpos extraterrestres. Otros compuestos como la troilita y la taenita, y la lonsdaleita, un mineral formado bajo gran presión y temperatura, apoyan la hipótesis del impacto.

Un artículo reciente sugiere que el meteoro no impactó, sino que pasó tangencialmente a la Tierra, desprendiendo rocas. Es pronto para saber si esta idea será aceptada, pero es más moderada que las teorías de agujeros negros y antimateria.

La ciencia no lo sabe todo, pero avanza, iluminando lo que antes era oscuro. Los fenómenos meteorológicos y la consciencia humana ya no son tan misteriosos, y el evento de Tunguska no es una excepción. Algunos prefieren el misterio, ignorando o desacreditando los hechos. La historia del meteoro Tunguska está tejida con los mismos hilos que sostienen las ficciones que muchos se niegan a abandonar.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 48

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