Semihazah fue el líder de la segunda rebelión de los ángeles contra Dios. Mientras que la primera, encabezada por Satanás, buscaba la independencia del cielo, esta segunda insurrección tuvo un objetivo mucho más terrenal: el deseo por las mujeres humanas. El “Libro de Enoc” lo describe como el líder de los Grigori, también conocidos como los Vigilantes, un grupo de ángeles que fueron tentados por los placeres de la Tierra y, al sucumbir a ellos, perdieron su lugar en el cielo.
Como ángel principal de este grupo, era consciente de las consecuencias de rebelarse contra Dios. Sabía que, al ser el líder, toda la responsabilidad caería sobre él. Por eso, antes de actuar, reunió a los otros ángeles caídos y les propuso un pacto: que todos compartieran la culpa por igual. Según el “Libro de Enoc”, estos ángeles hicieron un juramento conjunto en el monte Hermón, comprometiéndose a llevar a cabo su plan sin abandonar a ninguno de sus compañeros.
"Hagamos todos, un juramento y comprometámonos por maldiciones mutuas a no abandonar este plan. Entonces, juraron todos juntos y se obligaron con maldiciones mutuas. Fueron doscientos ángeles quienes descendieron en los días de Jared en la cumbre del monte Hermón."
Este juramento selló el destino de los Grigori, quienes descendieron a la Tierra y, en su lujuria, tomaron a las mujeres más bellas de las aldeas humanas. De estas uniones surgió una raza temible de gigantes llamados los Nephilim, cuyo nombre en hebreo significa "los fuertes". Estos gigantes dominaron la Tierra durante un tiempo, causando caos y miedo entre los humanos. Durante el gobierno de los Grigori y sus hijos, los Nephilim, la Tierra cayó en una era de oscuridad y terror. Monstruosas criaturas nacieron y murieron bajo la sombra de los Nephilim, mientras los ángeles caídos continuaban con sus actos corruptos. Sin embargo, no todo fue desolación. También enseñaron a los humanos importantes secretos de la agricultura y las artes, lo que les permitió desarrollarse en algunos aspectos.
A pesar de estas enseñanzas, la maldad y el caos predominaban. Azazel, otro ángel caído, reveló a los humanos los secretos de la guerra, lo que desató la ira definitiva de Dios. Este conocimiento bélico trajo aún más destrucción a la Tierra y aceleró el castigo divino. Dios, al ver la corrupción que los Grigori habían sembrado entre los humanos, decidió actuar. Para dispersar a los ángeles caídos y alejarlos de las mujeres humanas, envió a Yecum, una seductora celestial, con el fin de distraerlos. Pero esto no fue suficiente, así que Dios organizó una ofensiva celestial, liderada por el ángel Gabriel.
“Y a Gabriel dijo el Señor: “Procede contra los bastardos y los réprobos, y contra los hijos de fornicación: y destruye [a los hijos de fornicación y] a los hijos de los Vigilantes de entre los hombres [y haz que salgan]: envíalos uno contra el otro para que se destruyan unos a otros en la batalla: porque largura de días no tendrán”.
Gabriel fue encargado de poner fin a los Nephilim. Este acto marcó el inicio de una guerra devastadora en la que los gigantes se mataron entre sí. Esta destrucción fue solo el preludio de un castigo aún mayor. Tras la derrota de los Grigori, Semihazah fue capturado y llevado ante el ángel Miguel para recibir su sentencia. Dios dictó un castigo eterno para él y sus seguidores, condenándolos a estar encadenados hasta el día del juicio final.
“Y el Señor dijo a Miguel: 'Ve, ata a Semihazah y sus asociados que se han unido con mujeres para haberse contaminado con ellas en toda su inmundicia. Y cuando sus hijos se hayan matado unos a otros, y hayan visto la destrucción de sus amados, átalos por setenta generaciones en los valles de la tierra, hasta el día de su juicio y de su consumación, hasta el juicio que es por los siglos de los siglos se consuma. En aquellos días serán conducidos al abismo de fuego: y al tormento y la prisión en la que serán confinados para siempre. Y cualquiera que sea condenado y destruido, desde entonces estará ligado con ellos hasta el final de todas las generaciones”. [Libro de Enoc, 10, 11-14]
Este castigo incluía la aniquilación de los Nephilim y la purificación de la Tierra, que culminó con el Diluvio Universal. Dios destruyó a toda la humanidad corrompida, salvando únicamente a Noé y su familia, quienes serían los encargados de repoblar el mundo. Se dice que, incluso después de milenios, Semihazah aún aguarda la oportunidad de apelar su condena. Mientras tanto, permanece encadenado en algún rincón del universo, colgado cabeza abajo en la constelación de Orión, esperando su liberación o su destrucción definitiva.
Recopilación
El PELADO Investiga
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