En 1994, en medio de la búsqueda por desarrollar armas no letales, el gobierno de Estados Unidos trabajó en un proyecto sorprendente: una "bomba gay". Esta insólita propuesta tenía como objetivo rociar a los soldados enemigos con un afrodisiaco potente que, según sus creadores, desencadenaría impulsos sexuales entre ellos, generando una situación de caos y distracción.
Con un presupuesto de 7,5 millones de dólares, este proyecto fue ideado para desestabilizar al enemigo de una forma peculiar, haciendo que perdieran su enfoque en el combate. La idea era que, bajo los efectos de este afrodisiaco, los soldados cambiaran sus armas por comportamientos más relacionados con sus impulsos primarios, algo que podría debilitar su capacidad de respuesta militar. Aunque suene a comedia, el concepto fue tomado lo suficientemente en serio como para incluirlo en propuestas militares oficiales.
Este insólito proyecto se realizó en una época en que el Ejército de Estados Unidos no era precisamente conocido por su aceptación de la homosexualidad dentro de sus filas. En ese momento, la política del "No preguntes, no digas", promulgada por el presidente Bill Clinton en 1993, establecía que los soldados no debían revelar ni discutir su orientación sexual. Esta norma, vigente hasta que fue derogada en 2010 por Barack Obama, permitía la presencia de personas homosexuales en el ejército, siempre y cuando no hablaran abiertamente de su sexualidad.
Dado este contexto, algunos especulan que la "bomba gay" podría haber sido una respuesta del sector más conservador del ejército, que no estaba a favor de esta nueva política. La idea fue desarrollada en los Laboratorios Wright y, a pesar de su extravagancia, fue considerada de manera seria dentro del Pentágono. No era una simple broma o una exageración, aunque la imagen que evoca parece más propia de una película de comedia que de la realidad militar.
En 2004, la organización Sunshine Project reveló al mundo la existencia de este proyecto, lo que obligó al Pentágono a reconocerlo públicamente. Sin embargo, las autoridades restaron importancia a la seriedad con la que se había estudiado la idea, alegando que no hubo tanto interés en desarrollar una bomba cargada con afrodisíacos para alterar la orientación sexual de los soldados enemigos.
Este proyecto quedó como uno de los ejemplos más extraños en la historia militar, reflejando lo lejos que estaban dispuestos a llegar algunos sectores en la búsqueda de armas no convencionales. Sin duda, es un recordatorio de cómo las estrategias militares pueden llegar a cruzar los límites de la lógica y la razón cuando se trata de ganar una guerra sin recurrir a la violencia directa.
Recopilación
El PELADO Investiga
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