Muchos defensores de la idea de vida extraterrestre encuentran en las páginas de la Biblia indicios que respaldarían su creencia. Argumentan que tres figuras prominentes del texto sagrado pudieron haber interactuado con seres de otros mundos. Según la narración, dos de ellos fueron llevados al cielo sin regresar: Henoc, mencionado en el Génesis (5,18-24), y el profeta Elías, cuya partida está descrita en 2 Reyes (2,1-13). Sobre este último se relata que ascendió en un "carro de fuego tirado por caballos ardientes".
El tercer personaje es el sacerdote Ezequiel, quien en una visión nocturna observó un vehículo extraño del que descendieron cuatro seres con alas de águila, patas de buey y rostros múltiples (Ez 1,1-28). Estos episodios han generado múltiples interrogantes: ¿dónde están Henoc y Elías? ¿Qué vio realmente Ezequiel? ¿Podría la Biblia ser una prueba de encuentros con inteligencias de otros planetas?
El Misterioso Caso de Henoc (Génesis 5,18-24)
Henoc, descendiente directo de Adán, destaca entre los patriarcas mencionados en el Génesis por varias razones. Vivió significativamente menos tiempo que los demás: solo 365 años, un número que coincide con los días del año solar, lo que sugiere un vínculo con el mundo astronómico. Además, se dice que "anduvo con Dios", una expresión que indica una cercanía y pureza inusuales. Finalmente, la Biblia afirma que "desapareció porque Dios se lo llevó", un detalle impactante para un texto que sostiene que nadie puede llegar al lugar donde está el Creador.
Este patriarca ocupa el séptimo lugar en la lista de descendientes de Adán, una posición simbólica que representa perfección en la tradición hebrea. Los sacerdotes de Jerusalén, encargados de compilar las genealogías, consideraron a Henoc como el candidato perfecto para encarnar esa figura ideal. Según una antigua leyenda, era tan virtuoso que Dios lo apartó del mundo para protegerlo de la corrupción terrenal. Vivió 365 años, una cifra que simbolizaba armonía y plenitud.
Sin embargo, interpretar esta narración como un contacto con seres extraterrestres desvirtúa las intenciones originales del relato. Más bien, se trata de un simbolismo que resalta la cercanía especial de Henoc con lo divino.
El Asombroso Viaje de Elías (2 Reyes 2,1-13)
El relato de Elías es aún más espectacular. Según las Escrituras, al sentir que su muerte estaba cerca, el profeta caminó junto a Eliseo, su discípulo, cerca del río Jordán. De repente, un carro de fuego, acompañado de caballos llameantes, descendió del cielo y lo arrebató, desapareciendo de la vista de los presentes.
Este relato, más detallado y dramático que el de Henoc, ha sido motivo de especulación. Algunos se preguntan quién conducía ese carro y si Elías podría estar en algún lugar del cosmos. Incluso en la tradición hebrea se espera su regreso al final de los tiempos.
En el contexto bíblico, el "carro de fuego" simboliza el poder y la protección divina, una imagen recurrente en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, el Salmo 68,18 menciona los innumerables "carros de guerra" de Dios, y en Isaías (66,15) se describe su presencia como un torbellino. Estos carros no son naves espaciales, sino expresiones poéticas del auxilio divino, un lenguaje que destaca la grandeza y la trascendencia del Creador.
Elías, considerado uno de los mayores profetas de Israel, recibió este final extraordinario como un reconocimiento simbólico por su dedicación a la pureza de la fe. Lejos de aludir a fenómenos extraterrestres, esta narración celebra su vida excepcional con una despedida acorde a su legado espiritual.
Recopilación
El PELADO Investiga
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