
Al principio, la víctima intentará ganarse la simpatía de los demás con relatos de sus sufrimientos, pero ocultando su rol en el conflicto. Poco a poco aislará a quienes podrían ayudarla, construyendo muros invisibles. La entidad logra así fortalecer su dominio al impedir que lleguen apoyos externos.
La dinámica de estos espíritus es tan compleja como cruel. Después de episodios de agresión, aparecen fases de falsa calma y hasta ternura. La persona puede parecer cariñosa y arrepentida, pero nunca se disculpa realmente. Esto confunde a quienes la rodean y profundiza la manipulación.
Finalmente, la salida no es la pasividad. No basta con ignorar el problema o esperar que desaparezca solo. La solución requiere cortar vínculos tóxicos y actuar con determinación. Quienes logran hacerlo experimentan cambios sorprendentes: proyectos que se concretan y relaciones que se sanan.
Recopilación
El PELADO Investiga
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